jueves, 27 de marzo de 2008

Roberto Martínez Bachrich: "Intento corregir con saña y si aún así no funciona, tiro la página a la basura."


"Venus y Tannhauser" de Aubrey Beardsly (1895)


1) ¿Qué es para ti la creatividad? Si te niegas a responder ya sabes lo que te puede pasar.

Es un don o una desgracia, según se mire, que se tiene o no. Cuando se tiene, sin embargo, no es que se la tenga siempre, como la nariz o los pies. Si la creatividad está en uno, suele pasar la mayor parte de su vida de vacaciones o escondida y molesta –acaso la explotamos sin conciencia de su sufrimiento–, refunfuñando en algún lugar escondido del organismo, tal vez en las vísceras del alma. Hay que decir que cuando ha estado con nosotros un rato y luego se va es por culpa nuestra y porque, sin duda, no la merecemos.


2) En tu caso particular, ¿a qué suena la creatividad? Ponle una música y súbele al volumen.

Suena como la obertura del Tannhäuser, perfectamente ejecutada.


3) Cuando escuchas o piensas en la palabra "creatividad", ¿qué imagen precisa se te viene a la cabeza (color, sabor, aliento, textura de pelos, etc)?

Unos cuantos sonidos, más bien. Los de la obertura, claro.


4) ¿Te ocurren bloqueos creativos? ¿Te caes a trancazos con ellos? ¿O esperas que pasen como vacas que se atravesaron en el camino?

Los dejo que pasen, sin apuro, que se tomen el tiempo necesario. Hasta trato de convencerlos para que se queden. La verdad es que esos bloqueos suelen hacerme muy feliz. Uno siempre cree que ahora sí dejará de matarse por estar tratando de escribir al menos una página decente en la vida.


5) ¿Tienes alguna herramienta creativa bajo la manga? ¿O varias? Desarrolla y no te quedes en lo monosílabos.

Tengo algunas, pero nunca las uso conscientemente. Cuando lo hago, el texto me aburre a muerte y nunca llega a su fin. Por fortuna el psicópata literario que vive en uno suele activarse rápidamente y acaba, sin que le tiemble la mano, con la disparatada empresa. Hay que estudiar las herramientas de que disponen los grandes escritores. Hay que aprenderlas y olvidarlas. O echarlas al pozo sin fondo del inconsciente para que luego ellas, silenciosas, discretas, hagan lo que tengan que hacer sin que uno se dé mucha cuenta de nada.


6) ¿Cómo asumes el error creativo? No te equivoques en la respuesta.

Intento corregir con saña y si aún así no funciona, tiro la página a la basura. Lo malo es que uno no siempre se da cuenta del error a tiempo. Soy un tanto lerdo, un poco tarado, se diría. A veces, cuando el error por fin se dibuja entero y redondo delante de uno, ya es demasiado tarde.


7) ¿Existe el “odio creativo”? ¿Se puede crear desde el “odio”?

Diría que sí, siempre y cuando acordemos que más que del odio se trata de la ira momentánea. Digo esto porque odio me suena como a algo mucho más hondo y duradero, demoradamente cultivado, con profundas y sólidas raíces. La ira repentina y pasajera, entonces, nos pone en un estado de alma muy peculiar. Un estado que, bien canalizado, podría llegar a ser, acaso, el pozo del que nacen siniestras y magníficas criaturas literarias.


8) ¿Se sufre o se goza cuándo se crea? ¿O se sufre pero se goza?

A veces se sufre, a veces se goza. Cada texto dicta el ánimo creativo que lo precede, lo acompaña y lo sucede. En el mejor de los casos al goce creativo le sigue la tortura correctiva, pero puede darse el caso contrario y cualquier otra combinación posible: sufrir y gozar –creativamente hablando– son dos larguísimas escaleras que se interceptan y cambian de forma todo el tiempo.


9) Horacio Quiroga dijo que no se debe escribir -tomémoslo por crear- bajo el imperio de la emoción. ¿Piensas que esa frase es una sandez o hay que enmarcarla?

Lo que hay en el fondo de la frase es sabiduría pura. Pero puede dársele la vuelta, en algunos grados. Ida Gramcko hablaba de algo así como una segunda espontaneidad. Creo que podemos escribir bajo el imperio de la emoción –nuestros mejores textos suelen salir de ese territorio– siempre y cuando luego los dejemos reposar lo suficiente como para que un día –lejos ya del imperio de la emoción– podamos corregir con mano dura y gélida mirada.


10) ¿Qué piensas del cine, del cómic y de la televisión como fuentes de inspiración?

Cualquier otro arte es siempre fuente de inspiración para el escritor. Puede mostrarle otra mirada, otro aliento, nuevas y diversas aproximaciones al hecho real o fantástico. Para mí el cine y cierta televisión más cinematográfica en su concepción que televisiva, han sido sumamente provechosos. En materia de cómic confieso mi brutal y estrepitosa ignorancia.


11) ¿Qué tan importante es la gaveta en el trabajo de un artista? (La gaveta, no el clóset.)

La gaveta es el lugar donde se separan las placas tectónicas de la escritura, donde surgen los océanos y los continentes. Es el lugar donde las huellas del imperio de la emoción se hacen visibles y la segunda espontaneidad puede empezar a hacer de las suyas en pro de una obra medianamente decente. La gaveta es importantísima.


12) ¿Qué tan importante es la investigación para tu trabajo?

Es indispensable, aunque no siempre notamos el proceso de investigación. Hay textos particulares que te exigen investigación. Sin ella, ese texto está destinado a fracasar. Pero también hay textos que ya están completamente investigados por el cuerpo o el alma de quien los escribe. En ese caso no hay que hacer más nada sino sentarse a escribir. Y uno se da cuenta de que tenía sentido estudiar –mirar, escuchar, saborear– con tanto detalle, alguna vez, los movimientos de un animal, la atmósfera de tal o cual lugar, una malsana emoción, un sabor, una canción. O leer todo el material existente en torno a un insecto o la madre de un emperador.


13) ¿Eres un inconforme de tu obra?

Naturalmente. ¿Se puede no serlo?


14) ¿Crees en el “maestro” sobre todas las cosas? En caso afirmativo: ¿Quiénes son esos tipos, con nombres y apellidos?

Sí. Soy todo un politeísta. Creo en Homero, Esquilo, Melville, Kafka, Dostoyevski, Camus, Conrad, Flaubert, Ribeyro, Cortázar, Highsmith, Piñera, Gorostiza, Ramos Sucre, L.F. Álvarez, H. Ossott, A. Palacios, A. Silva Estrada, R.J. Muñoz, P. Barroeta, Bolaño, Lemebel y en varios más que ahora mismo olvido pero en quienes también creo. ¿Hay que recordar para creer?


15) ¿Cómo se refleja tu biografía en tu trabajo?

Trato de que no ocurra, pero es imposible. Se refleja, entonces, el mínimo posible. La vida de uno, digo yo, es muy aburrida para que otros tengan luego que leerla, pobrecitos. En cualquier caso, uno puede partir de algunos trozos de vida propia, de vez en vez, para convertirlos en otra cosa no tan pesada, si todo sale bien.


16) ¿Toda obra debe ser uniforme? ¿O puede y debe ser un producto heterogéneo en constante experimentación? (Nos pusimos serios, sí).

Felisberto, el grande, decía que toda obra debe ser lo que tenga que ser, lo que esté llamada a ser. Y uno debe procurar ayudarla a que sea eso y no otra cosa. Así que uniforme o heterodoxa, sólo cada obra lo sabe.


17) ¿Qué piensas de los artistas que crean para “calificar” dentro de las corrientes del momento?

No pienso nada, pues si lo hacen ex profeso, ¿son artistas? Claro, hay hombres de su tiempo y por lo tanto “califican” dentro de tal. No porque quieran. Acaso ni siquiera se enteren. Simplemente son hombres de su tiempo y pueden, tranquilamente, crear bajo el clima y el signo de la época que les tocó vivir.


18) ¿Cómo sería para ti una muerte muy creativa? (Se valen imaginarias o alguna donde hayas participado).

Cuenta la leyenda que Esquilo murió cuando un águila le lanzó una tortuga en la cabeza, confundiendo la testa del poeta con una roca, para que el caparazón se abriera y el ave pudiera almorzar. Creatividad pura, a mi modo de ver.

No hay comentarios: